1.16.2008

Soponcio en el bar


El hijo del dueño del Bar Inglés fue a pescar a Rapel y llegó con un buen número de pejerreyes que se transformaron en una rica cena el martes pasado.
Celia, la mejor y más bella garzona de Valparaíso, arregló la mesa con pancitos con palta y crudos, una ensalada de tomate, lechuga, apio y mucha buena onda.
En la mesa éramos cuatro y empezamos a degustar unos pisco sour y unos vinos, mientras esos pequeños pescados fritos se deshacían en la buena conversa.
En un momento inesperado de la cena, luego de algunas bromas sobre el matrimonio y la vida en pareja, mi novia se puso de color blanco y nos avisó que se sentía un poco mal.
Volvió a los minutos más pálida que el cochero de la muerte y emitió unas palabras que significaban, sin dobles lecturas, "me voy a desmayar".
Mi brother médico se la jugó entero. La tiramos al suelo mientras constatábamos que su piel estaba fría y sudaba nerviosamente. Por suerte ya nadie quedaba en el bar y sólo nosotros participábamos como testigos de este peculiar soponcio femenino.
En general las mujeres son buenas para los desmayos, pero a uno siempre le cuentan que pasan estas cosas y ahora éramos los protagonistas.
La hora del soponcio coincidió justo con la del bajativo, ya que si mi novia se hubiera desmayado en la mitad de la degustación de pejerreyes fritos, tendría que haberle pedido a la Celia que me los pusiera en una cajita de plumavit para seguir comiéndolos en la casa.
Mi amigo fue a buscar su automóvil, mientras yo le tiraba aire románticamente en la cara y le preguntaba por quinta vez y con cara de cordero degollado: ¿No será que estás embarazada?
La subimos al auto mientras poco a poco la calma llegaba a su cuerpo. En la casa exigió un guatero caliente y que todo el grupo siguiera conversando alrededor de la cama.
Como el bajativo había quedado interrumpido, subí un Juanito Caminante y lo bebimos con hielo, mientras comentábamos el desmayo, ahora con tintes más humorísticas.
Al final todo pasó y la vergüenza del soponcio ya está instalada en el álbum familiar de los recuerdos chistosos, acompañada de todas esas extrañas situaciones dramáticas que terminan en un final simple y feliz.
Así debería ser toda la vida.

1 comentario:

Brujita dijo...

Pobrecita!
Es asqueroso cuando sientes que te 'desvaneces' (yo sufro de desmayos cada vez que me inyectan, ya sea por vacunas o pinchazos por enferma, me baja la presión de un viaje y coopero, así que sé lo que sintió).
Aparte que las 2 opciones mal pensadas son clásicas:

O se te pasaron las copas o estás embarazada.. jajaja...

Menos mal que después con el guatero se le pasaron los males... y no era ni lo uno, ni lo otro...