3.21.2006

Tunquén


Mira. En la casa de allá vive la Vacarreza y en las de más allá, ésa que parece un cubo blanco, vive la Claudia Conserva", me dice una amiga que me invitó a pasar unos días a la cabaña del actor Pancho Reyes, en Tunquén, reducto costero para políticos y famosos de la TV.
Mi socia es la cuñada del rostro
de "Cómplices", quien amablemente le cedió la casa por una semana y yo, junto a mi hijo, partimos a visitarla.
Llegar es muy difícil, y como no tengo automóvil ni idea de manejar, tuve que
contratar los servicios de la señora María y su famoso taxi amarillo, que por diez lucas te va a buscar a tu hogar en Valparaíso y te deja en la puerta de la cabaña de Tunquén.
La casa es bien bonita y tiene el mismo sello de humildad que este actor y su familia han proyectado siempre a la sociedad.
Para entrar en onda llegué con elementos para un asado: carbón, costillas de cerdo adobadas con orégano, y aceite de oliva buenos bistocos de asiento, pollito, longanizas,pan batido, vino del bueno y del otro y un pisquito.
Antes de encender el fuego bajamos a la playa. En diez minutos estábamos felices en la arena, enfrentándonos al bravo Pacífico. El calor era heavy metal y tuvimos que lanzarnos unos piqueros para calmar la transpiración.
De ahí vino el asado, que contó con la participación de un niño de diez años que realizó las imitaciones del grupo Miranda!, Sergio Lagos y el borrachito Ruperto. El muchacho, que nos sacó lágrimas de la risa, seguramente dará que hablar en el futuro de las tablas chilenas, ya que es un actor en potencia.
Los asados que comienzan a las cuatro de la tarde generalmente terminan en la oscuridad. Se apaga la luz del sol y se apagan las cabezas de los comensales.
A las once de la noche estábamos todos durmiendo y al otro día, muy tempranito, agarramos un bote plástico y nos internamos en una laguna de mar.
Ahora que comienza marzo y la rutina de todo el año de acomodarse lentamente,pienso en esos días breves en Tunquén y obviamente caigo en una pequeña depresión.
Todo el grupo de amigos está igual y para subirnos el ánimo, el médico del lote organizó un asado de fin de verano en la casa de sus padres.
El galeno preparó "la mejor parrilla de tira y entrañas" y junto a un grupo selecto de invitados, entre los que se contaba la bella dueña del restaurante Caruso, despedimos el calorcillo estival.
Ahora las hojas empiezan a caer, el vientecito helado porteño aparece después de las cinco de la tarde y las once con tecito y pan con palta se convierten en un placer.
Ha llegado el otoño y hay que degustarlo.

ajenjoverde@hotmail.com

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