3.10.2006

El Día de la Mujer Brutal


Para Augusto Díaz

Por Ajenjo

Es el Día Internacional de la Mujer. Estoy bastante dañado por unos pisco sour en el Bar Inglés y en el nuevo restaurante indio del cerro Alegre. Estoy escuchando a Calamaro. Frente a las teclas del computador sólo se me aparecen las palabras del artista y atino a escribir: "Elegí pena y olvido, o sudor compartido, ojalá no me arrepienta de haberte conocido".
Decido parar de escribir y subir a fumar un cigarro.
Espérenme.
Vuelvo al teclado. ¡Vamos que se puede!
Ha muerto uno de los grandes y nadie ha dicho nada. Es hora de gritarlo y recordarlo. Se nos fue Augusto Díaz, uno de los guitarristas insignias del Cinzano. El viejito con el parche curita en la nariz.
Recuerdo noches de tintolio extremo con el músico en la barra. "Tengo que operarme, pero volveré, y ahora te contaré un chiste y tú después me cuentas otro ¿ya?", me decía todas las noches.
Y así se nos fue. Rápido, silencioso. La muerte implacable y dura.
"Cuando no estás duele más". Sigo escuchando a Calamaro.
El mismo día en que se celebra a la mujer, me presenté en la Scuola Italiana para dejar a mi hijo en su primera mañana de clases. Fue el único que lloró de todos sus compañeros. Es igual a su padre.
Por suerte, la noche anterior, había visto "Crash", la película ganadora del Oscar, y le dije al pequeño: "Cuando yo era chico y me enfrenté a mi primer día de clases, mi padre me entregó la capa de la invisibilidad y de la fuerza, ahora te la entrego y nada te dañará". Se la instalo teatralmente en su cuerpo y lo dejo en la sala, en medio de llantos y gritos. Después de dos horas, en las cuales estuvo sometido a su nuevo sistema, salió y me agradeció que le haya puesto la capa.
Sigo pensando en Augusto y su guitarra. El me habló de traficantes grandes del Puerto, como Camanchote o Kisko, que en la década del ‘60 llegaban con bandejas llenas de cocaína a las fiestas y él miraba y tocaba su instrumento tranquilamente. Pienso en esas imágenes y me doy cuenta que fue uno de los importantes nombres de la ya desaparecida bohemia porteña.
Ahora, escribiendo esta columna, pienso en todo lo que me falta vivir.
A veces me siento un león, a veces un ratón.
A esta altura sólo tengo que sentir.

ajenjoverde@hotmail.com

4 comentarios:

Anónimo dijo...

siempre es grato leer tu poesia maldita ....
simpre es grato conectarme contigo por las palabras....

Anónimo dijo...

tu columna es un homenaje para un gran hombre de valparaiso.. lástima que has sido uno de los pocos en recodarlo...

Anónimo dijo...

Me parecio hermoso lo que le dices a tu hijo, se que muchos nos emocionamos sabiendo que trasiende las palabas por las generaciones, ahora que somos padres y amigos de nuestros hijos..!!!! Es lo que nos queda por un buen tiempo hasta que parten asi como marcharon nuestros padres...!!!
Muchos saludos...!!!

LuiSaxo dijo...

Bien por la palabra hecha verbo...