1.13.2006

Gusanos de "Tevo"


Estoy en la barra del Poblenou, en la calle Urriola, un local totalmente europeo que vende cervezas chicas a mil pesos y bocadillos exquisitos para lo más granado del turismo gringo y los pocos porteños que se atreven a entrar.
El restaurante es bien pequeño y bastante acogedor, especialmente por las bellas chicas que atienden ataviadas con delantales negros muy ajustados.
Aburro a mi brother con mis problemas personales, pero también lo entretengo con una historia que tiene como protagonista al cineasta viñamarino Tevo Díaz, quien dejó Miami y anda nuevamente recorriendo las calles de la región.
Estaba en el Moneda de Oro bebiendo un fuerte ron con Coca Cola cuando veo que Tevo entra con un amigo. Me levanto para saludarlo y preguntarle por sus aventuras gringas. Nos reímos bastante y decidimos partir a mi casa a bajarnos una botella de whisky que reposaba tranquilamente desde el Año Nuevo en el refrigerador.

Ahí recordamos que cuando chico le habíamos puesto "El aguja hipodérmica", mientras tratábamos de entrar a un recital de Upa en el gimnasio de la Universidad Católica.
Desde pequeño se fue transformando en una especie de mito, que tiene su punto final cuando emula al loco poeta Juan Luis Martínez viajando en motoneta en su documental "Señales de Ruta".
Cuando lo presentó en el Festival de Cine de Valparaíso salimos bastante dañados del cóctel inaugural. Ahí obligó a su novia ocasional a besarme en la boca, en uno de sus raros actos sexuales que muy pocos comprenden.
En realidad Tevo Díaz no se ajusta a la comprensión de la normalidad humana y sólo basta recordar que vivió con Pedro Lemebel, con quienes armaban unos performance donde se sacaba sangre con una jeringa y después la lanzaba al rostro de Pinochet que estaba siendo proyectado en diapositivas.
La noche en el Moneda de Oro estaba vestido con una polera con el martillo y la hoz estampado en su frente. Hablaba sobre sus proyectos y su vida. Al final, en mi casa, se retiró enojado gritando que yo "parecía ser un militante de la UDI".

En realidad era su mente extrema y el whisky que le estaban jugando una mala pasada, ya que al final cada uno hace lo que le dicta su conciencia, por más rara y confusa que sea.
Mi amigo, que también conoció a Tevo Díaz en su adolescencia y juventud se ríe de las historias y señala que "árbol que nace torcido jamás su tronco endereza".
Al final reflexiono duramente sobre la consecuencia del artista con su obra. Tevo Díaz ha surfeado toda su existencia con el extremo de la realidad, jugando con ella como si fuera un elástico de billetes.
Sin duda que es un tipo consecuente. A lo mejor, demasiado consecuente.
ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

xika dijo...

extraño personaje que rondadba las calles viñamarinas en mi adolecencia... creo q por ser asi como era mas de alguna andubo medio enamorada de él...
me da risa verlo convertido casi en mito urbano...
en todo caso consecuente 100%