12.16.2005

No puedo cambiar


Hay veces en que uno sale a carretear motivado sólo por la costumbre. ¿Cómo me voy a quedar un miércoles en la noche viendo la tele si mañana es feriado?, me pregunté mientras me instalaba mi chaqueta y mis pies me llevaban hacia alguna barra conocida.
Sin tener un rumbo exacto llegué al Exodo, donde me mandé dos vodka naranja y charlaba monotemáticamente con mi brother, quien también se sentía un náufrago de la noche porteña. El tiempo se dejaba llevar tranquilamente hasta que aparecieron los integrantes de LuLú Jam, un grupo de pop radical, que canta cosas como "yo soy un chocolate bom/en un sushi bar/ karaoke de amor/ yo soy un chocolate con licor/ un caramelo amargo/ choco panda de amor".
El extraño grupo, y ocupo la palabra extraño porque no se me ocurre otra cosa, estaba conformado por un chino y dos chicas, una de las cuales había salido en el extinto programa televisivo "Panoramix", cuando Sergio Lagos profitaba de la palabra alternativo. La comitiva era seguida por un grupo de jovencitos, en su mayoría homosexuales, a quienes se les caía la baba viendo a sus ídolos. ¿Qué estamos haciendo aquí?, nos interrogamos y salimos arrancando del local.
Nos fuimos al Cinzano, donde seguimos dándole al vodka naranja hasta que el sueño nos invadió.
La semana pasó volando y llegaron las elecciones y la sequía abstemia a que nos vemos todos obligados. Fui a votar con mi hijo para enseñarle qué significa la democracia. Nos metimos los dos a la cámara secreta y le dije: "Ahora agarra el lápiz y marca la raya en nuestro candidato". El pequeño se mandó la media raya y pasó a llevar dos nombres. Con el dedo empecé a borrar la línea que no correspondía, mientras algunos silbidos de votantes apurados me colocaban algo nervioso. Al final terminé doblando los votos, que quedaron como verdaderos repollos, y apenas pudieron pasar por la ranura de la urna. Los apoderados le entintaron el dedo a mi hijo y los dos salimos contentos, con el deber cívico cumplido. En la casa nos esperaba un programa doble de lujo: "Charlie y la fábrica de chocolates" para él y "Sin City" para mí. Las dos películas ya las habíamos visto, pero valía la pena una revisión en la calma hogareña.
Después de haber pasado el fin de semana bastante tranquilo, me sobrevino un peculiar nerviosismo que tenía su origen en la falta de carrete. ¿Qué pasaría en Chile si cerraran las botillerías durante sólo tres días? Estoy seguro que las clínicas siquiátricas no darían abasto.
Gracias a los dioses, la dueña del Caruso me invitó al primer cumpleaños del restaurante. Tomé los mejores pisco sours de la ciudad, comí cinco tipos de ceviches y tiraditos distintos y me metí vino del bueno, como un verdadero mono del zoo.
Al final, como dice Calamaro: "Me entrego al vino porque el mundo me hizo así y no puedo cambiar...". Punto y final.

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

Alina Reyes dijo...

Hola Pancho, veo que sigues igual que siempre cosa que me alegra. Yo me retiré del mundo del espectáculo, pero sigo disfrutando de la noche en cualquier ciudad en que me encuentre.