8.03.2008

No más cumpleaños


Por Ajenjo


“Chuata, se me olvido la torta”, me dice mi novia en el bar Moneda de Oro, donde estaba celebrando mi cumpleaños número 39 con mis mejores amigos, además de dos parrilladas llenas de chunchules, prietas y carnes de todo tipo.
Yo le puse cara de pena, ya que una cumpleaños sin pastel no tiene ninguna gracia, sin embargo, todo se solucionó con la creatividad del cocinero, quien en un gran pan amasado, decorado con ketchup, mayonesa y mostaza, puso algunas velitas, mientras me cantaban la tradicional musiquilla del festejado.
La mesa era larga y yo tenía que ir a sentarme con cada invitado, como un buen anfitrión, y meterle conversa. Mis amigos, como una ofrenda cumpleañera, me rellenaban mi vaso con sus rones, por lo tanto siempre el dorado licor cubano me acompañó gratamente en la noche.
La gente conversaba y conversaba mientras le hincaba el diente a su chunchules o a su pedazo de pollo. Algunos emitían brindis en mi honor, pero la modulación era bastante extraña. El dueño del bar, en un gesto muy hermoso, destapó una botella de champaña y la sirvió en copas, que alegraron todavía más la regada velada cumpleañera.
Al otro día, con los chunchules saltando sombre mi estómago y el ron, el vino y la champaña azotando mi cabeza con su recuerdo amargo, no valía ni un peso y me fui a Santiago, donde me esperaba otra celebración.
Aquí mi nueva suegra, con sus amigos brasileños, me prepararon una exquisita feijoada. El almuerzo empezó a las dos de la tarde y terminó a las dos de la mañana, mientras algunos bailaban cueca y otros realizaba una interesante exposición sobre Walt Disney y la mejor forma de cocinar huevos de pescado.
Al final de la semana ya no me podía mover y decididamente no quería más celebraciones, sólo descansar y comer zanahoria rallada fina.
Ahora, con el cuerpo sano y salvo, sueño con mi celebración de los 40 años. Una micro recogerá a los 36 invitados, quienes cantando odas a la alegría y felicidad eterna, se bajarán en un balneario costero, donde tomaremos vino en la playa y reiremos por horas. Luego el chofer nos traerá de vuelta a Valparaíso, donde la celebración seguirá y seguirá sin parar.
¿Llegaré a los 40? En realidad no lo sé, pero lo que verdaderamente me interesa ahora es prender la tele y sumergirme en las imágenes de “El Señor de la Querencia”, quien se ha convertido en mi sicópata admirado y preferido. ¿Lo invitaré a subirse a la micro?


ajenjoverde@hotmail.com

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