2.03.2008

La sonrisa de Volodia


Por Ajenjo
Camino por la calle Pirámide, en Valparaíso y sigo a un hombre vestido de vaquero que tiene su cuerpo completamente pintado de color cobre. Es una "estatua humana" que se dirige hacia su lugar de trabajo con el pedestal en una de sus manos. Pienso en Volodia Teitelboim agonizando en una clínica de Santiago y mi mente se dispara hacia recuerdos añejos.
Hace unos siete años atrás andaba carreteando en Santiago, conociendo la nueva movida de Bellavista y sus alrededores. Me acompañaba una gran amiga de juergas, socia de viajes y autora de hermosos grabados. Entramos a un restaurante llamado "Off the récord" que se observaba bastante cuico, sin embargo, en una pizarra decía que Volodia Teitelboim sería entrevistado por el dueño del local. Sin pensarlo dos veces, y con varios litros de cerveza en el cuerpo, avanzamos hacia una mesa y nos pasaron una carta llena de tragos con extraños nombres. Pedimos mojito, un trago cubano que se hace con hierbabuena, pero que en Chile lo remplazan con menta y otras plantas aromáticas.
Empezó la entrevista a Volodia que simplemente se dedicó a contar su vida, llena de pasajes poderosos, donde los nombres de Huidobro, Neruda, de Rokha y Mistral se repetían constantemente y formaban parte esencial de una vida llena de literatura y política militante.
La conversa estaba tan rebuena que los mojitos empezaron a bajar poderosamente hasta reventar en el cerebro en forma de fuegos artificiales. La entrevista terminó y el dueño del restaurante, con otros socios, comenzaron a cenar. Era una comida en homenaje a Volodia. Yo pagué la abultada cuenta y avancé con el temor totalmente camuflado por el ron. Le dije a los comensales fuerte y claro: "soy un poeta de Valparaíso (porque en ese tiempo creía que era poeta) y le voy a recitar un texto dedicado a las prostitutas". El gran intelectual marxista levantó su cara blanca, extraña, con aspecto de viejo y sabio reptil y me miró. Ahí empecé a recitar los versos que hace más de 15 años le largo a la gente, generalmente cuando los látigos del licor azotan mis neuronas artísticas. Cuando terminé nadie dijo nada. Pasaron los segundos y un tipo, bastante desagradable, dijo "parece que tú soy el poeta de la putas de Valparaíso". Mi amiga grabadora me tiró de la polera y me aconsejó retirarnos a la tibia noche capitalina.
¿Habré estado bien?, le pregunte a mi amiga. "Por lo menos Volodia se rió varias veces y eso ya es mucho", me dijo mientras también sonreía.
Sí. Yo una vez le saqué una sonrisa a Volodia.

pancho667@hotmail.com

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