3.23.2007

Heladero


Pido un barquillo con helado de menta afuera del Marco Polo, en la avenida Pedro Montt, minutos antes de entrar a observar la graciosa película "Música y letra", que muestra la decadencia en que están sumidos todos los que invocan como la gran moda la onda "ochentera".
Al tener el helado en mi mano recuerdo, sumido en una cierta nostalgia depresiva, cuando una vez trabajé en una famosa heladería en la galería Couve, en Viña del Mar.
Llegue hasta ese puesto de trabajo después de haber sido expulsado de la carrera de Derecho, en la UCV, por no conseguir los puntos necesarios para dar los exámenes orales. Estar de vago en la casa no era ningún aporte, por lo tanto partí a buscar trabajo a la heladería por el dato de un amigo.
En la jerarquía del local el puesto más bajo era el barquillero, quien tenía que enfrentar a la masa , que en pleno calor y estrés de las compras veraniegas quería mandarse un heladito para relajarse.
Las señoras gordas, aprovechando el cierre de la calle Valparaíso sólo para peatones, gritaban por su cono de helado de vainilla bañado en chocolate, mientras la gota de sudor e impaciencia me corría por la espalda.
La gente se amontonaba con sus fichas triangulares de colores y te insultaban por no atenderlas primero. Yo trabajaba junto a un socio, que después de media hora de recibir groserías en la cara les mandaba a las señoras un rosario de garabatos digno de Ripley. Las mujeres corrían donde el gerente, sin embargo nunca la cosa pasó a mayores.
Dentro de las copas que se vendía, existía una que se chorreaba con una pizca de coñac Tres Palos, y que se pedía muy poco. Junto a mi socio de los barquillos nos quedábamos lavando los platos en la noche, y aprovechábamos la soledad de la tienda para bajarnos el licor, que nos servía para anestesiar la paciencia y seguir en la heladería.
Esos eran los momentos más alegres de esa pega, cuando nos empinábamos toda la botellita y salíamos, cada uno para su casa, felices de haber cerrado el boliche.
El encargado siempre preguntaba: ¿por qué, si se han vendido sólo dos copas de crema al coñac, la botella aparece vacía todos los días?
Nuestras caras reflejaban claramente que nos habíamos pegado Tres Palos en la cabeza desde hacía varios días.
Al final dejé la pega y con la poca plata que me pagaron me largué al Valle de Elqui y quedé con el recuerdo eterno de que al pedir un helado al barquillero, hay que hacerlo con mucho respeto, como casi todas cosas que hay que hacer en la vida.

ajenjoverde@hotmail.com
http://ajenjoverde.blogspot.com

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ajenjo verde?el mismo buchon que escribe esas horribles reportajillos con un afan medio moralista en la estrella?no tuvo juventud que se escandaliza con el "escandalo de los carretes universitarios"?que le pasa a la estrella que se ha puesto tan moralista en las primeras paginas,y tan libreral ,con fotos de culonas en las ultimas?esta bien ganarse unas lucas,pero hay formas mas dignas ajenjo querido.

Anónimo dijo...

yo iva a jugos rodier, en villanelo...y tenian un granizado al licor, y era muy weno pal calor, simpatico paseo escolar...