7.03.2009

La vejez no está hecha para los cobardes




Por Ajenjo



Con está dura frase de la actriz Betty Davis y que titula esta crónica comienza la película La Elegida, que es una joyita que uno se encuentra en los clubes de DVD y que sirven para reflexionar por un rato con un buen vaso de tintolio al lado.
En algunos días más cumpliré cuarenta años y realmente es algo que me está quitando parte de mi sueño ya que tiene una especie de carga simbólica, que afecta la mente y que al parecer es la entrada definitiva al mundo adulto, además de marcar la mitad de la vida.
A veces pienso en la gente que asegura que la edad es una situación mental, pero yo no estoy tan de acuerdo ya que los achaques físicos comienzan a surgir y seguramente la mente también tiene un proceso de mutación y cambio.
Pienso por ejemplo en mi Tía Quety, que cumplió 80 años de edad. Participé de un almuerzo por sus festejos
y cuando supo que viajaria a la India me dijo que visitara el Templo del Loto, ya que ella es practicante
de la fe Bahai.
Mi tia siempre ha sido optimista y le ha tocado, como a casi todos los seres humanos, vivir situaciones bastante extremas y dolorosas. Su mente están lúcida y su espíritu sigue igual de fuerte.
También visite hace algunos días a las hermanas de mi abuela en el cerro Placeres, donde también me encontré
con personas que tiene más de 90 años y que me conversaron sobre política y actualidad nacional, me hicieron preguntas sobre mi viaje y mantuve una conversación muy interesante y amable ¡Qué admirable tener cabezas
tan lucidas y optimistas a esa edad!
Ahora, mientras grito por los nuevos triunfos del Everton con litros y litros de ron en el estómago, en el
bar Moneda de Oro, me doy cuenta que estoy más viejito y que las locuras de la juventud las recuerdo con
cariño y ternura.
A veces estoy con mi hijo y le relato historias y los ojos se me llenan de lágrimas, especialmente si me he tomado algunos vasitos de vino al almuerzo. No quiero ser un viejo que se toma dos tragos y anda llorando por todo, pero siento que existe una barrera emocional que se adelgaza día a día y que me deja indefenso frente a los demás.
Ahora sólo me queda pensar en la frase de Tolstoi "la mayor sorpresa de la vida es la vejez" y seguir pidiendo
que me llenen mi vasito con más ron y alegría.




1 comentario:

javier troncoso arenas dijo...

Ajenjo...me sentí bastante interpretado por este relato...tengo 41 ...acabo de ller tu columna en la estrella sobre el ron silver, y me confirma la idea que nuestra (des) generación pasó por el mismo tipo de extrmas experiencias en los viejos '80s...