4.16.2007

Caminando por el valle de Quintil

Dicen que hay cosas que estresan muchos a los seres humanos: las separaciones matrimoniales, los despidos de los trabajos y las mudanzas.
Personalmente he tenido que experimentar varias de esas alternativas y para poder relajarme del cambio de casa decidí salir a recorrer las inmediaciones de mi nuevo barrio: la calle Yerbas Buenas (¡qué bonito nombre!).
Revisité el jardín de la casa de Pablo Neruda, que será mi centro de lecturas y lugar de juegos de mi hijo. Proseguí hacia el llamado Museo a Cielo Abierto, en el cerro Bellavista, y decidí entrar a almorzar, con mi grupo de brothers y mi novia al restaurante llamado Valle de Quintil, a un costado del ascensor Espíritu Santo.
Al llegar nos atendió Don Osvaldo, que se transformaría en un excelente anfitrión de un domingo de resurreción bastante tomado y comido.
Nos ofreció un buen pisco sour y un menú, donde podías engullirte todas las entradas y postres que desearas, "y además pueden beber todo el vino que les apetezca, sin embargo siempre hay que mantener el orden, por favor", nos advirtió como observándonos las caras de chichas frescas.
Como estábamos felices, decidimos pedir un vino blanco de la carta, que llegó en una notable heladera de greda, mientras a mi mujer le rellenaban su copa de champaña sin temores ni resentimientos.
Don Osvaldo, muy observador y atento a nuestra mesa, nos señaló que "como no tomaron el vino del menú, les regalaré el bajativo que quieran: ¿un whiskicito?".
¡Qué nos dijeron!, pedimos inmediatamente tres vasitos con hielo, mientras mi novia, ni corta ni perezosa, le exigió un Baileys.
Dos Osvaldo llegó con el pedido, que fue rápidamente filtrado por el estómago y las neuronas. Contentísimos nos paramos y nos retiramos, recibiendo un fuerte apretón de manos del bendito anfitrión porteño.
Terminamos en mi nueva casa, al ritmo de los cien gaiteros, mientras abríamos un viejo baúl y mirábamos revistas Análisis, Apsi y Cauce, que la mudanza reveló en unas viejas cajas de cartón. Gracias Don Osvaldo, ya que sin quererlo, se transformó en el mejor personaje que le dio una etílica bienvenida a mi nueva vida en este cerro de Valparaíso.

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

pao dijo...

ERES TU PANCHITO?

ME ENCONTRE CON ESTE BLOG, LO ENCONTRE INTERESANTE Y FAMILIAR.

MUY BUENO.

CARIÑOS