8.11.2005

Una serie de eventos afortunados


"Resiste, yo sé que existe amor en tu piel"
Charly García


Estoy extraño. En una mesa del restaurante Caruso sólo acaricio
algunas copas de vino tinto y al final decido beber agua, mucha
agua.

Los pasos siguen hacia La Piedra Feliz, donde es el lanzamiento
del segundo número de la revista Cáñamo. Entro y ante mi ampliada
vista aparece todo el "green set" de la región.

El ex seremi de Salud, Aníbal Vivaceta, me toca un hombro y se
esconde. Bailo con mi novia Jacobé, que tiene una cara de alegría
y placer que nunca había visto. Suena música de los '70 y los
'80.

A pesar de todo el empeño en lograr que los jóvenes alternativos
lleguen a este antiguo recinto de la avenida Errázuriz, la situación
no cambia. La mayoría del público está conformada por secretarias
separadas sedientas de encontrar un esposo.

Bastante trastornado, y con una botella de agua en mi mano, me
largo hacia el viejo Cinzano. Los músicos declaran a mi mujer
como "la novia de la orquesta". Nos sentamos y bebemos unas cervezas
chicas como para mantenernos en onda y al final terminamos en
mi casa, transformada en una guarida para entender los procesos
mentales y físicos.

Al otro día, después de dormir en forma interrumpida hasta las
cinco de la tarde, nos lanzamos en una micro a Santiago. Teníamos
una reserva en un hostal para gringos, en pleno Parque Forestal.
La pieza con baño propio costaba veinte luquitas y todo era limpio,
sobrio y muy austero.

"De regalo de cumpleaños atrasado te invito a comer donde tú
quieras", sentencia Jacobé. Caminamos por el barrio Bellavista,
más conocido como Bellabestia, y terminamos sentados en el Pro
Digio, un muy elegante y exclusivo restaurante capitalino.

Cuando llegó el mozo, le pedí un pisco sour y un vino Montes
Reserva de seis mil 900 pesos la botella. Nos trajo los platos
y el rico mosto. Cuando pagábamos la cuenta, el mozo advirtió
que nos habíamos empinado un Montes Alpha, de 19.900 pesos. "Lo
siento, es tuya la culpa", le recriminé, y no hubo más atado.

Con ese tinto entre las venas caminamos hacia un cumpleaños en
un pub. A los segundos de ingresar, el festejado me pasó un vale
que decía "piscola". Fui a la barra y por mil pesos más obtuve
un vodka Stolichnaya con Canada Dry. Hablé y hablé con bellas
mujeres hasta que el ritmo se me metió a las venas y salí a bailar.

Durante la noche el festejado me pasó tres vales más y la situación
se tornó peligrosa. Bon Jovi gritaba en los parlantes algo de "prayer". Me caí, cuan
largo soy, en la pista de baile y boté a una chica. Era la hora
de retirarse.

Al otro día caminé por el Parque Forestal y casí me meto a la
exposición de Dalí, en la Estación Mapocho. Terminamos viendo
la película "Madagascar", donde los pingüinos sicópatas salvaron
la tarde.

¿Será la hora de colgar los guantes? ¿Será el momento de jubilar?
Las pinzas, mis amigos, las pinzas. La fiesta sigue hasta que
el corazón reviente.

2 comentarios:

Capitan Chile dijo...

Insisto me llamó la atención lo del fondart y el comic sobre valparaíso, solicito más información por favor, gracias

Ajenjo dijo...

Si no me mandas una dirección electronica, es muy dificil que pueda darte detalles del proyecto.
Mandame una