8.10.2005

La bestia debe morir


"Voy a matar un hombre. No sé cómo se llama, no sé dónde vive, no tengo idea de su aspecto. Pero voy a encontrarlo y lo mataré...".

Así comienza Nicholas Blake su novela llamado "La bestia debe morir", que fue uno de los filetes que adquirí en la última Feria Internacional del Libro, en Santiago, y que estoy a punto de terminar en medio de intrigas y misterios profundos.

El libro es fuerte. Se trata de un padre que vive solo con su hijo, ya que su madre murió en el parto. Un maldito día pasa "la bestia" en un automóvil y atropella mortalmente al niño. Ahí comienza la historia y el misterioso relato en busca del asesino.

El escritor y guionista Pablo Illanes lo había recomendado en una revista y le hice caso. Sin embargo, el texto venía con una tremenda carga, ya que Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares lo habían elegido para iniciar El Séptimo Círculo, una de las colecciones de literatura del género policial negro más "heavy", editada en 1945.

Partí a la feria con una amiga. Tomamos micro al mediodía y antes de caer a la Estación Mapocho nos dimos un baño estético en el Museo de Bellas Artes. Impresionante la exposición fotográfica de Luis Poirot. Mujeres desnudas conviviendo con rocas y flores secas. ¿Habrá alguna extraña asociación entre estos tres conceptos?

Después, al Mercado Central a comer un rico ceviche y un chupe de mariscos con vino blanco y la tradicional menta frapé, que caía muy bien al estómago y cerebro, que ya estaban dañados producto del ron con cocacola bebido en la micro como infusión mañanera.

Santiago estaba en gloria y majestad. Había llovido todo el día anterior y la Cordillera de los Andes se extendía como un cuadro de Nemesio Antúnez. La Estación Mapocho nos recibió amablemente, salvo por la numerosa cantidad de gente que llegaba a despedir este evento cultural.

Después de escoger "Frente a un hombre armado", de Mauricio Wacquez, y "La bestia debe morir", decidí acercarme al bar restaurante de la feria a seguir bebiendo. Opté por más ron con cocacola, mientras al lado el siquiatra, dramaturgo y escritor Marco Antonio de la Parra, charlaba con cuatro adolescentes que parecían ser sus hijas.

Salí arrancando de la feria por un ataque de agarofobia que estoy padeciendo hace un mes. Caminé feliz por el Paseo Ahumada y compré en la calle, a dos mil pesos, "Memorias de mis putas tristes", de Gabito.

Ahora me queda sólo terminar mi novela negra. Tuve un golpe de suerte y adquirí en la botillería "La Fama", de la subida Ecuador, en Valparaíso, un vino blanco Don Luis del año 1992 por 2.800 pesos. Tiene un color amarillo profundo y se deduce que está bastante ajerezado. Lo destaparé cuando me queden menos de veinte páginas y brindaré por todo lo que ya no me importa y por el misterioso futuro que aguarda escondido, como el asesino de "La bestia debe morir".

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