Araucanos en el Journal

Voy con un grupo de amigos a ver "Las invasiones bárbaras" al Cine Arte de Viña del Mar y salgo bastante alterado de la sala. Eutanasia, política, heroína y amor, mucho amor, son parte de los ingredientes que componen este filete del director Denys Arcand.

El grupo lamentablemente se disgregó afuera del cine, y sólo quedamos tres sedientos en busca de algun bar que calmara esa angustia existencial y hereditaria que los buenos para los licores espirituosos siempre andamos arrastrando.

Nos fuimos caminando por la calle Valparaíso, discutiendo a dónde podríamos entrar. Alguien dijo que el Journal, en la esquina de Agua Santa, había inaugurado una barra, terraza y salas nuevas en su segundo piso. ¡Para allá vamos!, pensé, tratando de hacerme a la idea de carretear en Viña del Mar y no en mi viejo y querido Puerto.

Al entrar y observar las mesas me sentí bastante adulto, sin embargo, el aroma a chicas universitarias era un poco más que atrayente. Al llegar a la barra iba a pedir mi tradicional ron con cocacola cuando un amigo me detuvo y le señaló al barman: "Tres araucanos con bastante hielo".

Este trago sabor a hierbas fue una gran revelación. Acostumbrado a tomarlo después de comer, este digestivo licor se terminó convirtiendo en el único copete consumido en la noche y los resultados fueron bastante devastadores para las neuronas y el cuerpo.

El tercer araucano lo tomamos en un segundo piso, sentados en unos grandes sillones de colores. Una estudiante de sicología se acercó a preguntar la hora y terminé explicándole que "estamos viviendo el tiempo de las invasiones bárbaras, ya que el imperio norteamericano, después del atentado a las Torres Gemelas, dejó entrar a su territorio a los pueblos sin ley".

"La media papita que te estás pelando", me dijo, mientras se alejaba moviendo las caderas al ritmo del rock que salía por los parlantes, buscando alguien menos enrollado.

Miré el vaso y me pedí el cuarto araucano, que a todo esto salía 900 pesos por dosis, lo que era bastante sano para el bolsillo. Mis amigos bailaban como trompos y yo quería seguir "tollando" con el guión de la película franco-canadiense.

Al final desperté en mi casa con un extraño olor a bajativo en la pieza. No tenía nada que hacer y la cara del indio de la etiqueta me seguía por todas partes. ¡Déjame tranquilo, por favor!, le pedía, mientras nuevamente enfilaba hacia el cine y entendía el porqué este licor era un bajativo servido en vasitos ínfimos después de las comidas.

Terminé sentado en el Hoyts, en el Festival de Cine Apec, y vi "Ararat", otra película canadiense que relata el exterminio armenio en manos de los turcos. Al terminar salí disparado y me auto interrogué: "¿En que seres nos hemos convertido en esta hora de invasiones bárbaras?".

Estuve a punto de pasar a tomarme un araucano y encontrar la respuesta en esa diseñada etiqueta chilena.



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