8.09.2005

A la poetisa de pelo enmarañado


Una amiga me llama por teléfono y me avisa que la yegua Francisco Casas y la poetisa Carmen Berenguer realizarán una conferencia literaria en La Sebastiana, en Valparaíso. Me voy apurado hacia la casa que habitó Pablito Neruda, pero antes compro una petaca de ron Bacardi, dos panes pita, dos pedazos de queso y dos de jamón. ¡Es que hay que forrarse el estómago antes de ponerse a tomar!

En una mesita me esperan Pancho Casas, Yura y la corte de locos que siempre lo siguen. La poetisa chilena Carmen Berenguer se había atrasado, por lo tanto alcanzamos con mi amiga a comernos los pancitos y bebernos el licor cubano con una cocacola que gentilmente fue donada por el café del lugar.

La charla, donde sólo había quince personas, fue un filete literario. La gente quedó pensando y con sus mandíbulas cansadas de tanto reírse. La amalgama de humor e intelectualidad es algo bastante poderoso y atrayente.

El grupo se fue a cenar al Cinzano, mientras yo continué mi dorado camino hacia el Bar Inglés. La garzona Celia me trajo unos sabrosos canapés que blindaron más mi dañado estómago y me fui en busca del grupo literario.

En el Cinzano seguí tomando ron en la barra. Carmen Berenguer y Pancho Casas estaban rodeados de poetas y escritores porteños. Sergio Madrid y Juan Cameron eran parte de las cabezas más visibles y populares del lote.

El ex Yegua del Apocalipsis andaba mostrando su última adquisición: el nuevo perfume Chanel que superó al famoso Nº5. Carmen Berenguer, más calmada y filósofa, declaraba que "los escritores que se quedan en la poesía como modo de concebir la realidad son muy valientes".

"Más que valientes, están locos", le replico, mientras el pelotón se mueve hacia el bar Charles Baudelaire y posteriormente hacia la casa de un rubio poeta porteño, amante de Rimbaud y los griegos.

Fue en esa casa que tuve una larga charla con Carmen Berenguer. Le conté que la primera vez que la conocí, en el Centro Cultural de España, en Providencia, quedé impactado con su presencia física y sobre todo por su larga, morena y enredada cabellera. Procedí a recitarle al oído mi poema dedicado a las prostitutas de Valparaíso y lo encontró muy hermoso y "cantarín".

Me habló mucho sobre la poesía y la angustia que ella veía en mis ojos. "Ya pasará, tranquilo", me decía, mientras seguíamos tomando ron y cerveza junto a los vates porteños, que gritaban y discutían como sólo lo hacen los poetas.

Al final terminé saliendo de esa casa de locos abrazado a dos amigas. Eran las tres de la mañana y llegué a mi hogar, donde puse a mi terapeuta en el equipo de música: Charly García. ¡Cómo pagar 20 mil pesos por sesión, si este chamán argentino te resuelve todo en segundos!

Terminé solitario cantando: "Cambiaste de tiempo y de amor/ y de música y de ideas/ cambiaste de sexo y de Dios/ de color y de fronteras/ pero en sí, nada más cambiarás/ y un sensual abandono vendrá y el fin".

Los que saben lo que sigue en esa letra, saben y punto.

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