8.10.2005

¡Carnaval!


"Yo vengo hablar por vuestra boca muertaaaaaaaaa", canto a todo pulmón, al lado de la tumba de Arturo Prat, en la inauguración de los Carnavales Culturales de Valparaíso. El pisco con bebida ya se había terminado y Los Jaivas, con su rock cósmico andino, deleitaban a la masa con "Alturas de Macchu Picchu".

Ese día la ciudad había amanecido con un aire distinto.

Partí tomando de desayuno un jugo de naranja natural, en la terraza de flores de la pérgola, en la calle Cuming. Después subí a mi casa y un llamado telefónico me alertó de que un blindado grupo de antiguos amigos de Concepción andaba merodeando el cerro Alegre. Gracias a los celulares logré conectarlos y llegaron a mi casa a calentar motores antes de bajar a la gran inauguración carnavalesca.

Un ron de marca Brugal, con la ya tradicional cocacola, fue la primera víctima de la tarde. La conversa estaba rebuena, sobre todo con Eta, un tipo que lleva ese sobrenombre por sus radicales ideas del orden social. Profundizamos un poco sobre la existencia del subconsciente, que según su perspectiva era una gran farsa farmacológica. Yo no estaba muy de acuerdo, sin embargo las ideas ya empezaban a diluirse entre el humo y el trago.

Bajamos el cerro bastante alegres. Pasamos por detrás del escenario donde mi amiga Adelaida custodiaba al grupo de bailarines colombianos. "Hey, muchacho, tú eres de Baranquilla", le grité a un negrito que estaba detrás de las vallas papales. El tipo se acercó y confirmó su nacionalidad con la cabeza. Se retiró sin entender mucho lo que pasaba.

Fuimos a beber cerveza al Lo de Pancho, esperando que la función comenzara. Primero actuó La Bandalismo. No pescamos mucho. Alguien fue a una botilleria y llegó con tres petacas de pisco y litro y medio de bebida. "Hay que prepararse para Los Jaivas", decía, mientras otros jóvenes imitaban la actitud y corrían a una botillería de calle Blanco, que estaba casi siendo saqueada por la sedienta masa.

Mientras sonaban los primeros acordes de "Alturas de Macchu Picchu", recordé mi viaje a París, en 1998. Estuve una semana recorriendo la ciudad más hermosa del mundo y encontré el Museo de la Música. En una sala estaba un cartel con las cien mejores obras musicales conceptuales de todo el planeta. Los Jaivas, con el texto de Neruda, eran el único grupo latinoamericano en la lista. Estaban definidos como rock cósmico andino.

La gente en la plaza Sotomayor cantaba como loca. El pueblo estaba contento y Los Jaivas terminaron entonando "Todos juntos", en medio de gritos, bailes y aplausos.

Tratamos de terminar la noche en el Éxodo, sin embargo estaba cerrado. Caminamos, junto a los brothers de Concepción por las veredas llenas de challas. "Esta ciudad tiene onda y me gustaría vivir aquí", terminó diciendo Eta, mientras cada uno buscaba la calle que lo llevaría a la necesaria y querida almohada.



ajenjoverde@hotmail.com

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