8.11.2005

El infierno está en los demás


A Jean Paul Sartre

El sol otoñal debe ser uno de los mejores del año. No cansa como en el verano e invita a destapar botellas y a conversar. Decidí sacar dos pisos de madera a la calle y con mi amiga santiaguina nos pusimos a tomar pisco sour, mientras la gente pasaba por la vereda de almirante Montt y el sol se encariñaba con nuestra piel. Eran las dos de la tarde.

Después de varias copas enfilamos hacia el "Vinilo", donde yo me cambié a la cervecita, mientras mi socia seguía empinando esa mortal mezcla de limón y pisco. "Quiero conocer más bares de Valparaíso", me dijo. La llevé al redondo privado del "Menzel", en la calle Las Heras, y continuamos hacia el "San Carlos", donde me comí un cauceo de queso de cabeza, porotos y cebolla, con dos botellines de vino tinto y tapa rosca.

En la mañana del otro día, mi amiga partió. Me quedé con mi hijo y fuimos a ver una distorsionada función de marionetas en el Teatro Mauri. El titiritero advirtió al público que la segunda parte del espectáculo era medio porno, pero "nada que los niños no hayan visto en la tele". Mi hijo se quería quedar y vimos cómo una toplera y un striper marionetas realizaban un show con desnudo total. El cuadro finalizaba con un afeminado títere que se lanzaba sobre los asombrados padres. Un show muy bueno, pero bastante bizarro.

En la noche se puso a llover y decidí quedarme solo en la casa

y beber pisco sour con varios libros en la mesa. Ya me había bajado las tres cuartas partes de la jarra y entre la bruma etílica se me apareció una columna sobre el filósofo Jean Paul Sartre. El texto era bastante duro y señalaba básicamente que nuestra respuesta a las acciones humanas era lo más importante en la vida. El filósofo agregaba que "el infierno son los demás" y esas palabras me quedaron dando vueltas en el cerebro durante varias horas.

¿Cuál es mi infierno? ¿Por qué no me atrevo a salir de él? ¿Por qué no me atrevo a romper con la mirada del otro, con los vínculos de dominación?, me preguntaba ya bastante afectado. Entre algunas respuestas me percaté de que en Chile son los demás los que te recuerdan diariamente tu infierno y que muchas veces uno está feliz y basta encontrarse con alguna persona para deprimirse y enrollarse negativamente.

Si los demás son el infierno, hay que dejar a los demás de lado y esta individualista y poderosa visión me hizo sonreír y darme cuenta de que el vaso de la juguera estaba vacío de su licor gris verdoso. Era la hora de dejar a Sartre tranquilo y dormir.

Me desperté al mediodía y partí a saludar a mi madre. Antes de llegar me junté con mi hermano y fuimos a un restaurante de comida italiana, frente a la Plaza México, en Viña del Mar, donde compramos canelones bañados en salsa de almendra y una lasaña de jamón para llevar a la casa. Mientras esperábamos en la barra observé cómo el barman llenaba su coctelera de pisco sour y la batía rítmicamente. No soporté la tentación y le pedí dos para amenizar la mañana dominguera.

Mi madre nos recibió ya bastante chispeados y nos reímos mucho en la mesa, mientras con mi hermano nos bajábamos un tinto y rematábamos con unos generosos vasos de whisky.

Para bajar el almuerzo me fui a caminar a la Quinta Rioja, mientras se me diluía la visión de mi infierno y se afianzaba un Paraíso particular, donde sólo están las personas que actualmente quiero y respeto. Los demás que se quemen en las grandes hogueras de Satanás.



ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

Anónimo dijo...

que buena vida tenes tio. Asi comodado en tu sillon bebiendo pisco sour a sorbitos y pensando en el infierno. Wow impactante-impracticable. tal vez los pensamientos te salgan como eructos entre los canelones y el pisco no?