8.08.2005

La verdad del nombre Ajenjo


En varios correos electrónicos que me han llegado para alabar o criticar esta humilde columna carretera, los lectores se preguntan: ¿Por qué el seudónimo de Ajenjo?
Bueno, la historia es bastante sencilla y distorsionada.
Hace exactamente un año celebrabamos el nombramiento de Valparaíso como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Yo había decidido que esta fiesta tenía que ser muy especial y preparé un evento para un grupo de amigos selectos, que tendrían la oportunidad de beber un extraño y luminoso trago que me habían traido desde Francia: el ajenjo.
Este trago, llamado absinthe en otros idiomas, fue muy popular a mediados del siglo 19 y principios del 20. Se tomaba en los bares y tabernas de Europa y provocaba verdaderos estados de locura en sus consumidores habituales.
El gran poeta y visionario Rimbaud protagonizo sus mayores acciones de violencia y amor bajo el influjo de este trago, que es extractado de una planta llamado ajenjo y tiene un color verde fosforescente. El mito dice que la infusión tiene una hada verde que se posesiona del bebedor y lo transporta hacia otra realidad.
En varias películas y videos musicales había observado como tomaban este raro elixir. Puse ocho copas en la mesa, y sobre ellas un cuchillo. Agregue un terrón de azúcar y esperé que llegaran los invitados para comenzar el ritual. Teníamos que beberlo antes de la doce de la noche, ya que habían anunciado fuegos artificiales en la bahia.
Mis amigos quedaron impactados con la puesta en escena. ¿Qué vamos a tomar?, me preguntaban constantemente. Yo los tranquilizaba, mientras la botella de ajenjo esperaba nerviosa en un escondite de la casa.
Hay que aclarar que el ajenjo que actualmente se expende en Europa no tiene nada que ver con el del pasado. Hace menos de diez años se levantó la prohibición de venta de este licor en algunos países del viejo continente, con la condición de que bajara notablemente el nivel de toxicidad.
Encendí unas velas y saqué la botella, que tenía tatuado en su etiqueta un famoso cuadro impresionista donde se bebía ajenjo a destajo. Les expliqué lo que íbamos a tomar respetuosamente y empezó la función.
Primero serví una dosis pequeña en cada copa y después mojé los terrones con el ajenjo. Encendí con fuego cada cuadrado de azúcar y un silencio raro invadía la cocina. El azúcar se derritio y cayó a la copa.
"¡Salud, amigos!, brindemos por los poetas antiguos y futuros", les dije y nos lanzamos el alcohol al estómago. Fue como un suave anís que invadía lentamente el cuerpo, en busca de historias extrañas y complejas.
Salimos todos a observar la explosión de colores en el cielo de Valparaíso. Fue algo bastante loco. Nadie estaba bajo el influjo radical del ajenjo, sin embargo la ceremonia nos había unido más de lo que estábamos.
Simplemente por eso me llamo Ajenjo. Amo a mis amigos y estaré con ellos, y con mi hada verde, hasta la muerte. Salud.
ajenjoverde@hotmail.com

No hay comentarios.: