8.08.2005

Deformidad humana


Estaba a punto de meterme a la cama para disfrutar de un DVD de Shrek en tercera dimensión, cuando sonó el teléfono. Un amigazo me invitaba a una charla sobre la deformidad humana, "y parece que el loco va a colocar diapositivas impactantes".
Motivado por el curioso carrete, partí al Vinilo. El pequeño y acogedor bar ubicado en Almirante Montt, se encontraba bastante lleno y a las diez de la noche comenzó la conferencia.
Una música anunció la salida del charlista, quien ya había empezado a proyectar diapositivas de monstruos y personas deformes de la Edad Media. La música se detuvo y el muchacho explicó que la conferencia se trataba sobre las personas que fueron exhibidas en circos freak entre 1850 y 1920, en diversas ciudades de Estados Unidos.
"Aquí tenemos un caso llamado el niño vaca. Se trata de un muchacho negro de 10 años de edad con vitiligo, que produce manchas blancas en la piel, produciendo un efecto bastante llamativo", señalaba el charlista.
Las diapositivas eran bien impactantes. Mientras me bajaba el tercer ron con coca cola, apareció un hombre lobo, "y es una falla genética que se repite cada siete generaciones y causa que ciertas partes del cuerpo se llenen de pelo, especialmente la cara, los genitales y las piernas".
El público estaba en silencio y varias jovencitas se movían nerviosas en sus taburetes. Las diapositivas de hermafroditas removieron más las conciencias y el show, que debe haber durado 30 minutos como máximo, terminó.
El charlista, quien al parecer recibió la paga por su espectáculo sirviéndose todos los copetes que deseaba, estaba bastante borracho a la medianoche. Me acerqué a la barra para conocerlo y pedirle explicaciones por su extraño trabajo.
"Creo que la deformidad humana es mucho más intensa que la mental", balbuceó antes de salir corriendo al baño, donde seguramente las diez piscolas le estaban pasando una dura cuenta estomacal.
Junto a un grupo de amigos partimos hacia el Barrio Chino para seguir la juerga. Entramos al Pagano y después nos fuimos a tomar champaña, en cubeta con hielo, por tres mil pesos, en el Éxodo.
A las cinco de la mañana el guardia del local nos invitó amablemente a salir, ya que tenían que cerrar el recinto. Salimos bastante dañados y me di cuenta de que las diapositivas que se habían proyectado en el Vinilo sobre la deformidad humana habían cobrado vida en Valparaíso.
Las caras de los que querían seguir carreteando estaban todas alteradas. El hombre pato, la mujer elefante, la niña serpiente y varios hombres lobos, caminaban a mi alrededor. Me fui a un carrito a comer unos lomitos para tranquilizarme y un amigo me invitó a un "after hours" en un local clandestino. De ese carrete ya no hay registros y sólo el recuerdo del Barrio Chino y sus deformes que quedaron instalados en la memoria, como trozos fantasmales de un fin de semana bastante extraño.

ajenjoverde@hotmail.com

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