8.13.2010

Acostado en una camita escuchando el cuento de Buchettino


Por Ajenjo

Dos hombres con antorchas nos conducen hacia una pequeña puerta. El olor a madera húmeda, a bosque sureño, penetra fuerte por las narices. Los hombres abren las puertas y aparecen numerosas camitas, todas muy bien arregladas. Al centro está la actriz María Izquierdo, con un libro en la mano, invitando a todo el público a ocupar una de las camas y relajarse.
Se trata de la obra de teatro “Buchettino”, que se está montando en el Centro Cultural Espacio Matta, de la popular comuna de La Granja, en Santiago y que fui a ver junto a mi hijo y mi bella esposa.
Para llegar tuvimos que recorrer la mitad de Santiago. Pasamos por poblaciones que nunca había conocido, como la mítica San Gregorio, donde en sus límites paseaban jóvenes con sus caras huesudas, demostrando su férrea militancia a la pasta base.
Al llegar salió a nuestro encuentro Jenny Romero (la más audaz, bella, creativa y estimulante de todo el clan Romero) y nos mostró el centro cultural. Casi me caí de poto cuando, con mucho orgullo, nos llevó hasta el mural que en los años 70 había pintado Roberto Mata junto a unos niños pobres, en un gran paredón de la ya desaparecida piscina municipal de la comuna. “Tuvieron que sacarle 14 capas de pintura y apareció en gloria y majestad”, nos señala. El mural es bellísimo, con esos cuerpos de marciano que el fallecido pintor ocupó en muchos de sus multicelulares cuadros. Me dan ganas de llorar.
El Centro Cultural Espacio Matta es fantástico, gigantesco, lleno de salas de teatro, de baile y de pintura. Pienso en la ex cárcel de Valparaíso y sólo me da pena y tristeza ese peladero abandonado donde sólo habitan promesas inciertas y sueños frustrados de todos los porteños.
Cuando los cincuenta espectadores están en sus camitas, María Izquierdo comienza a leer el tradicional cuento de Pulgarcito, que está lleno de fuertes escenas de violencia intrafamiliar y desamparo. La obra es sonora y mientras la actriz relata la historia, el ambiente se va llenando de mágicos sonidos. La voz del Ogro es terrible y le da miedo a todos.
Al abandonar la obra me cuentan que durante la semana se llena de niños de escuelas pobres, que disfrutan la obra completamente gratis. También van niños y jóvenes ciegos, quienes le sacan todo el jugo a la conmovedora sonoridad de esta obra.
Ahora, que he estado bajo el flagelo de la bronquitis, con fiebre y remedios, he tenido mucho tiempo para pensar y darme cuenta que hay mucha gente en el mundo que está haciendo hermosas cosas por los demás y uno no tiene la menor idea. A toda esos seres humanos de acción solidaria y verdadera, mis más sinceros respetos y mi admiración eterna.
¡Larga vida a “Buchettino”!

ajenjoverde@hotmail.com

Expulsando a los amigos de la cada el día del cumpleaños

Por Ajenjo

Todavía no puedo recuperarme al cien por ciento luego de haber celebrado un nuevo cumpleaños que me dejó bastante dañado física, cerebral y espiritualmente.
Todo comenzó un día viernes, cuando llegue a mi casa apurado de la pega a preparar “tacos mexicanos” para los amigos que se atrevieron a romper la barrera del frío. Mientras molía palta y pelaba tomate me comencé a tomar unas cervezas torobayo, que algunas semanas antes había adquirido en una rebaja de supermercado.
Cada botella que llegaba era un invitado. Perdón. Cada invitado que llegaba traía una botella, lo que pronosticaba una tormenta alcohólica en “mi jato” (casa).
Después de la cerveza me metí una copita de vino, pequeña, para brindar por algo que ahora no recuerdo ni quiero recordar.
Los brother conversaban en diversas partes de la casa, pero se concentraron en la mesa, donde se depositaban los licores a beber. Un recorrido nervioso eléctrico me pasó por la columna vertebral cuando me encontré con tres botellas de vodka y varias de ron, que esperaban ser destapadas y bebidas.
Agarré un vaso, agua tónica y me decidí por el vodka, sin embargo tuve que cambiar al ron en la mitad del partido, ya que se acabó con que combinar ese dichoso licor ruso.
Cerca de las 4 de la mañana no me sentía muy bien. La honestidad no quita lo valiente (o algo así) y me paré arriba de un banquillo y les dije a los presentes, en un tono moderado y educado, que ya se tenían que ir de la casa.
Obviamente nadie me pescó y todos seguían estrujando las botellas. Tuve que elevar un poco la voz y con una modulación bastante arrastrada los volví a invitar a salir de la casa.
Ahí me hicieron más caso, pero costó varios minutos que el último de los invitados
atravesara el umbral. Les pido perdón por haberlos expulsado, pero ya no tengo ni cuerpo ni cabeza para escuchar a tanto loco curado.

ajenjoverde@hotmail.com

Mirando por el tercer ojito en Iquique


Por Ajenjo



Llevo caminando como 25 cuadras por Iquique en busca de un restaurante que mi mujer tiene anotado en un papel y que según ella “es muy bueno”. Cargo a mi hijo en la espalda, lo que convierte cada paso en una tortura. Al final llegamos a otro lugar, llamado “El tercer ojito”, que se encontraba frente a la playa Cavancha.
Era feriado y el local estaba lleno y tuvimos que esperar unos 15 minutos a que se desocupara una mesa. El restaurante era como “jipicuiqui”, que es una mezcla entre algo cuico y hipie, entre algo lord y artesanal, con diseño pero relajado. ¿Me entienden?
Nos pusieron unas mini hallullitas con una exquisita salsa de aceitunas y mantequilla, lo que calmo la ansiedad del almuerzo. La carta era marina con toques tailandeses, peruanos y chilenos. No tenía mucha hambre y mi bella señora se pidió un ceviche a la peruana, mientras yo me consumí un “picante de loco”. Tenía la posibilidad de que el plato fuera mitad loco y mitad pulpo, pero decidí que fuera solamente con conchalepas conchalepas*.
El ceviche estaba bien rico. Me recordó los que hacían en el Caruso: Cocina del Mar”, ese ya desaparecido restaurante porteño que quedó grabado con fuego en mi memoria culinaria.
El plato de picante de loco estaba bueno, pero era pesado. La blanca carne, teñida con un exquisito aliño, estaba algo dura y me obligó a consumir el plato lentamente. Al final me lo devoré completo y no dejé nada de nada. Después me tomé un jugo de sandía como postre (sandía en pleno julio, que maravilla el norte chileno) y me fui más que satisfecho. Incluso se me quedó una mochila y los mozos me la tenían bien guardada.
También fui al mercado iquiqueño y me comí una cojinova con puré por cuatro lucas. Exquisita.

* conchalepas conchalepas: nombre
científico del loco.