8.22.2005

Lo opuesto al Nirvana


"El dolor es el vínculo de la conciencia"
Buda

Miro la hermosa boleta de ventas y servicios del restaurante
que abrió un amigo en el Cerro Alegre y me doy cuenta de que
es la número 00002. Había participado de la inauguración no oficial
de "Samsara", el primer local verdaderamente tailandés que está
funcionando en Valparaíso.

Ese mediodía desperté misteriosamente sin resaca y decidimos,
junto a mi novia Jacobé, partir a almorzar al flamante restaurante,
ubicado al frente del ya tradicional Vinilo, en la calle Almirante
Montt. Al llegar sólo una pareja, que debe haber salido con la
boleta 00001, comía extrañas preparaciones en platos de vidrio
cuadrado.

Por mis ojos, mi boca y mi estómago, desfilaron calamares rellenos
de cerdo, cubos de filete en leche de coco y castañas de Cajú.
El postre fueron frutas bañadas con sake y otros productos bastante
exóticos. Mis papilas gustativas quedaron impresionadas con los
raros sabores y olores, además de mi cerebro, que fue bañado
profusamente por un rico Carmenere.

Pienso en el término "samsara" y recuerdo una película y un perfume
de mujer muy caro. Me meto al Google para averiguar más sobre
esta palabrilla y encuentro que es originalmente un término budista,
que se considera el opuesto de Nirvana. En síntesis, es el estado
de no-Iluminación en el cual vivimos, la existencia mundana que
nos permite gozar de los placeres de la vida.

Mi amigo le apuntó medio a medio al nombre de su boliche, ya
que la decoración, la belleza y amabilidad de las personas que
atienden y los platos que se extienden en las mesas son para
gente que tiene al samsara metido radicalmente en sus neuronas.

Tuvimos que irnos a dormir una profunda y larga siesta, donde
en los sueños se me apareció Buda montado en un gran elefante,
que me decía directamente, mirándome a los ojos: "No hay que
ir tras el pasado, ni desear el futuro; lo que es pasado, está
muerto y se fue, y el futuro todavía no llega".

Al otro día mi amigo médico nos pasó a buscar y nos fuimos a
Maitencillo, donde sentados en una roca y rodeados de cientos
de gaviotas nos bajamos dos kilos de almejas crudas con limón
y un suave Rhin.

El médico se había comprometido para asistir al estadio junto
a su sobrino y partimos a Sausalito para observar al querido
Everton. Entre Ventanas y el coliseo viñamarino, me tomé sólo
una botella de un exquisito tinto Montes Reserva, que me había
sobrado en mi cumpleaños.

Al parecer quedé transmitiendo y cuando pasábamos por la población
Glorias Navales mi vejiga ya no aguantaba más y me bajé del auto,
que estaba parado en un taco, buscando un arbolito amigo. De
un tirón de orejas me volvieron a subir al carro, mientras me
advertían que el territorio era hostil y que me podían perforar
el apéndice.

Yo, entre la niebla tintera, sólo atinaba a repetir que si los
patos malos me atacaban con sus cortaplumas les diría, como un
impactante Buda flaco: "El dolor es inevitable, pero el sufrimiento
es opcional".

ajenjoverde@hotmail.com

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