8.10.2005

Entre la locura y el hippismo


"Rallar la papa", "peinar la muñeca", "camino para Playa Ancha", entre otras frases relacionadas con la insanidad mental, las escucho constantemente. ¿Me estaré volviendo loco?

Después de observar la performance del pintor Radie Silva en un acto cultural en los jardines de la Quinta Vergara, creo que estoy inserto en lo que se conoce como la normalidad social y que los que verdaderamente flirtean con el desequilibrio rompen con todos los límites establecidos.

Este artista local salió vestido con un traje de mujer, simulando un embarazo. Un numeroso público observaba curioso y sin comprender lo que sucedía. Eran como las ocho de la noche de un tranquilo jueves y un televisor prendido acompañaba la escasa escenografía.

Una mujer salió con un palo y destrozó la tele. Después, Radie Silva empezó a parir el hijo simulado que llevaba en su vientre. El cuerpo de un pollo crudo con una cabeza de muñeca adosada causó una gran impresión. El cordón umbilical era una tira de chunchules y la mujer lo cortó con un cuchillo, mientras saltaba mucho jugo. Finalmente, el pintor se cortó su melena, de más de veinte años, y quedó con un extraña apariencia, entre moderna y punk.

Extraño, fuerte, raro y bastante loco. Después venían grupos de rock en la Quinta Vergara, pero tuve que venirme a la casa ya que quedé perturbado y ni siquiera pude acompañar a los brothers a beber alguna copa para conversar sobre la performance.

Con estas imágenes llegó el domingo y me fui, acompañado de mi hijo, a un acto al Jardín Botánico de Viña del Mar, que prometía música de todo el mundo bajo la tutela del grupo Detucuna a tutumba.

Llegué de los primeros y fui a observar los cisnes y patos en el sector de la pérgola. Después avancé hasta una zona denominada Los Robles, donde había que cancelar dos mil pesos para ingresar al evento.

El lugar estaba repleto de neo hippies, quienes bajo ese dulzón aroma que siempre los acompaña, lo estaban pasando chancho. En el escenario bailaban mujeres ataviadas con ropajes indios, mientras un tipo con pinta de chamán tocaba una larga flauta.

Mi hijo estaba feliz corriendo por el pastito y viendo a rastafaris mezclados con hermosísimas jovencitas vestidas con gasas transparentes. Fuimos a beber jugos naturales, mientras otros se sacaban el tarot, conversaban con integrantes de la secta Hare Krishna o hacían reiki.

Me senté un rato a descansar y me encontré con una amiga y su hija. Charlamos durante harto rato tirados frente al sol y el nivel de relajo llegó hasta el extremo. ¡Ojalá todos los domingos se sobrepasaran de esta manera!

Pasadas las siete de la tarde, retorné a mi casa. Pensé en la extrema actuación de mi amigo pintor y en el cuadro escénico dibujado por los cientos de neo hippies. Eran situaciones radicales, pero que tienen un punto en común en una zona selvática y confusamente luminosa de mi adolorido y cansado cerebro.



ajenjoverde@hotmail.com

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