8.10.2005

Semana sin fin (o fin de semana)


Son las dos de la mañana de un viernes y me encuentro con un brother que se fue a vivir a la Isla de Chiloé y que aparece, como un fantasma sureño, sólo en los períodos de vacaciones.

Vamos al renovado bar "Mi casa", en la calle Cumming, en Valparaíso, y tomamos unas cervezas. El mozo nos trae dos vasos de shop que estaban en el congelador, situación que en el verano se agradece mucho. Decido no beber en forma ilimitada, ya que mi amigo se trastorna con el licor en exceso y siempre quiere teñir de puño y violencia el ambiente en que se encuentra.

El bar "Mi casa", famoso por su nombre y su mural, ha sido siempre un reducto de viejos buenos para el pipeño. Ahora se puso bastante taquilla y recibe caras jóvenes y frescas que quieren invadir los pocos reductos que mantienen los jubilados que se conservan en alcohol barato.

Me largo al sobre y despierto el sábado con una invitación para almorzar en la costa conconina. El lugar escogido es el "Albatros", frente al Club de Yates de Higuerillas. Pisco sour, machas a la parmesana, un ceviche, un congrio con salsa de camarones y dos botellines de blanco fueron el menú. Mi amigo médico promete comprarse una lancha y realizar fiestas mar adentro.

Seguimos hacia la Feria del Libro de Viña del Mar, donde nos reímos con las estupideces que habla Nicolás López, el joven director de la película "Promedio rojo", a un público conformado por ancianitas que venían despertándose de una larga siesta. Para finalizar la tarde me tome un café helado en el "Enjoy del Mar" y terminé arrendando un video, que sólo utilicé para inducirme el sueño.

El domingo desperté nuevamente con una invitación telefónica. A la una de la tarde me encontraba sentado en el "Café del Poeta", en la plaza "Kaníbal Tinto", bebiendo una cerveza individual y leyendo la prensa del día. Una de las chicas superpoderosas me pasó a buscar en su automóvil y nos fuimos al mercado del Barrio Chino. La señora Rosita nos agasajó con ceviche y mariscos crudos, más dos "tecitos helados de la casa".

Para darle un broche de oro al fin de semana me fui a la terraza del "Café Turri", donde mi amiga le pidió al mozo un trozo de pie de limón y dos Manhattan. Nunca había tomado ese licor compuesto por whisky, vermouth, amargo de angostura y una guinda de adorno. Me parecía bastante snob, y hasta de poco hombre, beber esos licores mezclados, sin embargo me gustó bastante, especialmente por el rápido y certero efecto en las neuronas.

El público del Turri no cambia. Uno que otro santiaguino cuico y puros turistas hablando en su idioma y comentando la belleza de Valparaíso. Me terminé mi Manhattan y me largué a la casa en busca de calma y tranquilidad.

Siento que algo quema mi mano. Abro el puño y me encuentro con entradas para Fatboy Slim en el Terminal de Cruceros. Ya me estoy armando para ese evento, que obviamente será pasto para otra columna. Ojalá sobreviva.



ajenjoverde@hotmail.com

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