Por Ajenjo
Desde que nació mi hija Sara he sido partícipe
de muchas celebraciones, que tienen como objetivo festejar esta nueva vida que
llegó al mundo sana y salva.
El día que nació, mi suegro y su familia me
llevaron al restaurante La Gatita y nos dimos un tremendo patache de mariscos y
pescados. Quedaron impresionados con el plato que lleva camarones, ostiones,
locos y machas a la parmesana. Uno de sus hijos se pidió un congrio a lo pobre
y no fue capaz de mandarse al pecho ese tremendo plato con dos huevos fritos,
cebolla frita y una torre de papitas fritas. Yo estoy optando por la albacora a
la mantequilla con lechuga palta, para no quedar tan enguatado. La simpática
garzona, que siempre nos atiende, me puso al frente tres mentas frapé, que se
sumó a las dos botellas de vino blanco que fueron bajadas como agüita de la
llave. Cuando volvíamos a la clínica tuve que decirles que por favor
estacionaran el auto en la berma ya que estaba desesperado por ir al baño y
unos cañaverales permitieron desinflar mi vejiga, en medio de las risotadas de
la parentela.
Otra de las celebraciones regadas fue en el
Moneda de Oro. Ahí mis amigos, que no están tomando por la ley de tolerancia
cero con el alcohol y el manejo de autos, decidieron dejar el vehículo en sus
casas y lanzarse a la bohemia, por lo menos por esta vez. Es que como dice el
dicho “un ron tira más que una yunta de bueyes”. Mientras la Universidad de
Chile ganaba un partido por la tele, nosotros nos bajábamos varios rones y decidimos,
en honor a la pequeña Sara, rematar el festejo con dos botellas de colemono. La
mayoría no se acuerda como nos retiramos, en medio de chistes y empujones de
amistad, además de despertar a El Profesor, cliente habitué de este local (que
incluso le guardan las botellas de vino con su nombre escrito con plumón en la
etiqueta) que se había quedado dormido arriba de la mesa.
Yo llegué bastante dañado a la casa y mi
mujer, en son de castigo, me obligó a mudar a la guagüita. Sin exagerar, veía
tres pañales, tres hipoglos, tres motas de algodón y tres de todo. ¡Hasta veía
a tres Saritas! Igual cumplí mi cometido y me declaró experto en estos
quehaceres bebísticos.
Ahora se vienen más celebraciones, más
parentela y amigos que llegan con botellas bajo el brazo y uno, sinceramente,
ya quiere calma, tranquilidad y poder estar relajado y disfrutar este período
tan hermoso de la vida. Pero que se le va hacer…
¡Y descórchate la otra por la niñita! Salud.
ajenjoverde@hotmail.com
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