Por Ajenjo
Una de las herencias artísticas más fuertes que me quedaron de la década de los 80 y 90 fue el gusto por la música extrema, específicamente el thrash, el death, el speed y el heavy metal. Esas baterías ultra rápidas sumado a potentes guitarras y vocalistas con voces de hombres primitivos, me producen un sentimiento de hipnosis cerebral y me llevan a un estado de relajación neuronal que sólo puedo alcanzar con algunos licores.
El asunto es que me fui a meter al Metal Fest en Santiago. E lmega recital había empezado el sábado, pero por un asunto económico y de resistencia física, opté por ir sólo el domingo, para escuchar a Exodus y Kreator, entre otros grupos europeos y americanos.Me acompañaba mi brother, amante de estos ritmos, y antes de ingresar al Movistar Arena, decidimos lanzarnos una parrillada, acompañada de pisco sour, vino tinto y algunas cervezas.
Mi socio había comprado cuatro petacas de minibar para ingresar al recital. Dos de whisky y dos de
ron. Decidimos, mientras viajábamos en el metro, tomarnos las dos escocesas y dejar las pequeñas dosis de ron para el recital.
Para que no se las pillaran se las metió en el zapato y caminaba como el Jorobado de Notre Dame, en medio de mis risas.Todo salió bien.Ya adentro fuimos a una feria de ropa y discos. El stand máspoderoso era el de “Los Ángeles del Infierno”, esa secta de motoristas que nació en Estados Unidos y que tiene sus cultores en Chile. Los loquitos daban miedo por su aspecto rudo y sus barbas.Tenían poleras espectaculares.También había una tienda de ropa de guagua rockera.A mi hija recién nacida le compré un pilucho de diabla, con alas y cola incluidos.
Adentro delMovistar Arena el asunto era terrible de fuerte. En el centro de la cancha se armaba un huracán humano, donde cientos de chascones y pelados giraban a una velocidad extrema.Vi niños de 5 años agitando su cabeza y a dos gordas agarrándose a coscacho limpio.
Los alemanes de Destruction me dejaron con las neuronas al aire libre.Después vino Exodus y Kreator, con un telón de fondo que tenía un gigantesco demonio griego. Habíamos llegado a las 4 de la tarde y ya eran las 2 de la mañana. El cerebro me quedó como una esponja y gracias
a mis tapones para los oídos no quedé definitivamentesordo.
¡Larga vida al rock and roll y al metal más extremo!
ajenjoverde@hotmail.com
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