Por Ajenjo
Cuando uno tiene un hijo recién nacido necesita urgente
buscar ciertos espacios para reencontrarse con su pareja y tener momentos de
intimidad, donde la conversa y los recuerdos se hacen ultra necesarios para
seguir caminando.
Con mi bella esposa decidimos salir a conocer el ultra
taquilla restaurante Espíritu Santo, que está en boca de todos debido al premio
que le otorgó el Círculo de Cronistas Gastronómicos de Chile, quienes lo
calificaron como el mejor lugar de regiones para comer.
Investigando por ahí y por allá me di cuenta que el premiado
chef era el mismo que hace años montó el Apolo 77, donde con mi brother médico
nos comimos unos ostiones a la parrilla que jamás pudimos olvidar por lo
sabroso de su preparación.
Ahora está trabajando en la taquilla hostería Espíritu
Santo, en el cerro Bellavista, y reservé una mesa para la noche del Viernes
Santo. Me encontré con un lugar muy hermoso, blanco, con un mobiliario moderno,
donde destacaba una escultura de corchos y alambres que me encantaría para mi
casa.
De entrada me comí unas mollejas de ternera. Estaban
espectaculares, se partían con el tenedor y se dispersaban en la boca en una
gran fiesta. Para beber pedí un vino blanco sour. Ese trago tenía el nombre de
una persona, al parecer el dueño de la viña desde donde provenía el mosto. De
segundo me mandé un pescado de roca y mi señora unos cortes de pato.
Hay que ser claros: esos platos han sido uno de los más
ricos que he probado en Valparaíso. Todo con personalidad, únicos, peculiares. Lo mejor, de lo mejor.
El restaurante es de alta gastronomía y no hay duda de eso.
El problema son las “nueces”. Primero le pregunté a uno de los garzones sobre
los pescados, ya que sólo decía “de roca”. El muchacho me respondió : ”no se,
eso lo sabe el chef”. Y no atino nunca a darme la respuesta. Después mi señora
quería el pato más cocinado. Le habían advertido que el plato era “a punto” y
el mozo llegó con la carne de vuelta y dijo: “dice el chef que no se cocinará
más ya que queda muy dura la carne”. Está bien su argumento, pero al final de
todo, la responsabilidad de lo que uno come es personal. Aunque el restaurante
sea de 20 estrellas, el cliente tiene la razón y si se quiere comer una suela,
cosa de él. Por algo está pagando, y no poco.
La guinda de la torta llegó al final. La cuenta traía 11 mil
pesos de más, con tres platos que jamás habíamos consumido. Mi mujer se dio
cuenta y ellos repararon en su error.
Mientras me tomaba un araucano que me trajeron de bajativo, pensaba en
que si la cocina es tan perfecta, como no se avispan más a la hora de entregar
las cuentas.
El restaurante es caro (pero no tanto) y sus platos valen lo
que cuestan. Pero con los servicios que giran en torno a tan alta gastronomía
hay que tener mucho más cuidado.
ajenjoverde@hotmail.com
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