Por Ajenjo
Mi hija
Sara nació sana y salva y su madre está como tuna. Todo salió muy bien y
se cumplió con lo esperado. Mi amigo, en vez de llegar con una petaca
de ron a la clínica, llegó con una mini botella de Johnny Walker
etiqueta negra. Una de las noches en que me quedé durmiendo en la pieza,
para solidarizar con mi señora, saqué una coca cola de una máquina y le lancé el dorado licor. Fue el mejor relajante para días de nerviosismo puro.
Ahora,
mientras cambio pañales y mi soundtrack de vida es “yo soy guaguito, yo
tomo papa, me tiro flatos y me gusta cagar” pienso en que mi grupo de
amigos borrachines del Moneda de Oro se está derritiendo, se está
desarmando, está agonizando gracias a la bendita ley de Tolerancia Cero
contra los que andan manejando con algo de copetín.
Desde
esta tribuna siempre he dicho que el que maneja con trago, además de ser
retrasado mental, es ordinario. Eso nunca lo aceptaré. Por
eso miro con tristeza como dos de mis amigos, en la mesa, ahora brindan
con agua mineral y coca cola light, y evitan el sabroso ron para no
encontrarse con la peor de sus pesadillas: el alcohotest.
Siento
que en la mes ya no pasa lo mismo. Mi brother , que antes nos sacaba
carcajadas de la risa con sus alucinantes análisis de la realidad
nacional, ahora sólo emite algunas palabras lógicas y coherentes. El
otro, con quien antes llegábamos al límite de las conversaciones
ordinarias, sólo se preocupa de mover su cabeza afirmativa o
negativamente. ¿Qué les paso? La respuesta es obvia: no tienen al licor
bendito en sus neuronas.
Yo no
quiero perderlos. Llevamos más de cinco años sentados en la misma mesa,
los mismos días, a la misma hora, tomando los mismos tragos. Creo que la
solución está en el taxi, en irse en micro, en utilizar colectivos o
metrotren. Pero para ellos el automóvil ya es una extensión de su
cuerpo. Quitárselos es como mutilarlos, casi matarlos.
Ahora,
cuando tiró un pañal con caca al basurero, veo que la situación está
bastante negra y que a lo mejor es la hora del retiro para el grupo del
Moneda de Oro, a menos que exista un cambio radical de costumbre en mis
amigos.
Como yo
no se manejar, miro todo esto desde la vereda del espectador, con mi
vaso de ron en la mano y creo que hay que buscar soluciones a uno de los
más grandes conflictos que haya atacado, alguna vez, a mi férreo grupo
de amigos borrachines.
Y ahora a mudar a la guaguita por decimoquinta vez…
ajenjoverde@hotmail.com
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