6.02.2011

La caracola de Maitencillo


Por Ajenjo

Hace algún tiempo encontré, en un pequeño recuadro de una revista de diseño, una noticia relacionada con la reapertura de un restaurante en Maitencillo llamado La Caracola.
Maitencillo, o MásSencillo como lo llaman los que veranean en Zapallar y Cachagua, es uno de los balnearios que ha marcado mi vida, ya que además de ser el escenario de mis primeras borracheras juveniles, es ahora el sitio de descanso para salir de la ajetreada vida porteña.
Junto a unos amigos y mi bella esposa partimos en Semana Santa a relajarnos un poquito y entre mis planes estaba conocer el restaurante La Caracola.
El día elegido fue el Sábado Santo. Reservamos para la hora de almuerzo y nos tenían un excelente mesa con vista al mar para seis personas.
Pedimos unas machas a la parmesana y algunos mariscos para picotear. Las machas no venían en su concha, sino en el llamado “librillo” (plato de greda). Estaban ricas, pero todos reclamaron, ya que están acostumbrados a saborear ese marisco en su propio esqueleto.
La especialidad de la casa es la paella española, pero para servirla en la mesa tiene que haber dos comensales que la pidan. Aquí habían tres, por lo tanto no existió ningún conflicto.
Yo me tomé una cerveza artesanal de apertitivo que, según el mozo, provenía de la fábrica del hermano del dueño del restaurant, o algo así... Estaba bien buena.
El asunto es que la cosa se empezó a demorar. Pasó casi una hora y no llegaban nuestros platos. El mozo se empezó a poner nervioso y nos regalaron unos exquisitos
canapés de mariscos y una botella de vino blanco. ¡Ojalá todos los restaurantes tuvieran ese cuidado con sus clientes!
Nosotros obviamente nos dejamos querer y seguíamos a la espera. Al llegar la paella olvidé todo el tiempo y tomé mi vinito blanco más feliz que nunca, ya que el plato estaba de lujo.
Cuando salimos, caminé unos pasos por la arena y casi me caigo... de la felicidad. Un dato muy recomendable.

ajenjoverde@hotmail.com

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