9.28.2007

¡Fenómenos!


"Dicen que para reír, no hace falta mirar atrás, y esta vez para mí, tienen razón..."
(Extracto de la canción "La mitad del amor", del disco "La lengua popular", de Andrés Calamaro)


Llego a pub La Torre, ubicado a un costado de la Universidad Católica de Valparaíso, para observar el show del "Club de la Comedia"; sin embargo mi instinto me dice que tengo cero posibilidades de entrar al local, ya que la fila del público da vuelta la manzana y llega hasta el edificio de la Teletón.
El espectáculo estaba fijado a las nueve de la noche y llegué a las 08.30, pensando que media hora era una cifra temporal bastante aceptable. Error.
Junto a mi novia caminamos varios metros hasta llegar al final de la cola. Nos instalamos sabiendo que el recinto no podía contener a tanta gente, pero la esperanza es lo último que se pierde en estos casos.
Tratando de entender cómo el show se había convertido en algo tan masivo y popular, avancé hacia la entrada y pude observar que entre el público se encontraba el cineasta Tevo Díaz, quien, con una chaqueta de cuero albinegra, hablaba con un celular pegado a su rostro.
En la entrada me explicaron que, debido al éxito de público, los humoristas iban a montar dos shows en la noche y que si me esperaba algunas horas tendría la oportunidad de ver a mis personajes favoritos, como el "acumulado" y el "encuestador".
Aborté la posibilidad bajo el simple argumento del picado: "Si igual los vemos en la tele, qué tanta cuestión". Mi novia me apoyó y nos fuimos al restaurante Caruso, donde nos mandamos unos camarones al ajillo, un ceviche mixto y unas empanaditas de marisco. Me tomé un pisco sour, dos copas de vino blanco, dos vasitos de un bajativo llamado huesillo y un apiao y quedé transmitiendo en frecuencia magnética.
Al otro día me dediqué a escuchar el último disco de Andrés Calamaro, que mi brother fotógrafo me consiguió calientito desde Buenos Aires.
El discazo se ha transformado en la banda sonora de mi vida. Bajo por las calles Yerbas Buenas con mis audífonos puestos, coreando sin vergüenza los brillantes textos del trovador transandino.
Si ven a alguien gritando por la calle: "La musa es una sola musa/ o es una serpiente de muchas cabezas,/ los buscadores de promesas,/la tientan con cerveza/ si se va puede volver/ el día menos pensado,/para darle su consuelo, al poeta mal hablado./Habrá que desenvainar las espadas del texto/ y escribir una canción aunque no haya algún pretexto,/ y dedicársela al primero que pase caminando...", soy yo.



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