9.21.2007

Entre el Tagada y los travestis

El 18 de septiembre desperté optimista y contento. Me largué a la calle Pirámide a buscar verdura y algo de vino, ya que una pareja de santiaguinos llegaría a mi casa y uno de ellos cultiva el amor a las zanahorias y a las lechugas y odia la carne: es vegetariano.
Pensé que todo estaría cerrado, sin embargo una solitaria carnicería presentaba una larga fila de gente que demostraba que los chilenos a última hora siempre andan comprando los choripanes y el carbón.
En la verdulería de la avenida Brasil uno de los dependientes le lanzaba una caja de verduras a una mujer, mientras le gritaba insultos que terminaban en "aca" y en "adre". Al frente una leva gigante, compuesta por una perra y 30 perros, se mordía y gritaba como una jauría sedienta de sexo y sangre.
Un poco asustado compré una lechuga, zanahorias, alcachofas y vino y volví a la casa a prender el carbón y recibir a mis amigos.
Después de unos fierritos y hartas ensaladas, acompañadas de tintito y vodka naranja nos largamos a las ramadas del Alejo Barrios, en Playa Ancha, para que mis amigos conocieran en profundo el espíritu dieciochero porteño.
Apostamos a la "cueva del cuye", tiramos pelotas a los tarros y disparamos dardos. Todo costaba 100 pesos y era bastante entretenido.
Alguien gritó: ¡Vamos al Tagada! y yo, para no quedar como cobarde, asumí la fila para comprar boletos e ingresar a ese famoso juego.
Tuve que dejar mi petaca de vodka naranja en el tarro basurero, mientras entraba a ese gran disco y nos sentábamos, mientras la gente se agarraba como podía a los asientos. Cerré los ojos y todo comenzó a girar y girar, mientras la bilis de mi cuerpo amenazaba con salir disparada al espacio exterior. Por suerte nada pasó y superé el combate del Tagada.
Después caminamos por las fondas y llegamos donde la famosa travesti Zuliana, quien vestida como conejita chilena incentivaba a los presentes a pasar. "Señor periodista de La Estrella pase a la ramada, aquí le tengo una mesa reservada para que vea el show, que pronto empezará", me gritó colérica, mientras mis amigos santiaguinos ponían cara de asombrados.
El show era entero cuático. El animador era un travesti gigante apodado "el camión del agua". Salió un chico que bailó "la pirilacha" y se tiraba al piso de tierra como poseído por un demonio. Vimos de todo y nos reímos a mandíbula batiente.
Después de dos litros de chicha y no sé cuántas empanadas hice "tilt" y me fui acostar. ¡Sobreviví!

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