7.27.2007

¿Mariscos de tarro?


Después de reponerme de unas relajantes vacaciones en mi querido y recordado Valle de Elqui (lugar donde comencé a viajar con un grupo de amigos que analizaba en las noches la Biblia y que terminamos, años después, atacando a las pisqueras para disminuir su producción) he vuelto a la carga con más ánimo y esperanza de que la vida es bella.
Antes de comenzar mi peregrinaje por estas tierras de uva y papaya recibí una invitación al restaurante Turri, ya que en el barrio gastronómico existían fuertes comentarios que algo estaba pasando en ese local. ¿Renovación?
Personalmente creo que el restaurante Turri, del cerro Concepción, debe ser uno de los que poseen la vista más hermosa de Valparaíso, en un sector arquitectónico de gran potencia, sin embargo su cocina siempre ha sido (y lo vamos a decir claramente y sin adornos retóricos) bien malita.
Cuando era veinteañero mi padre me llevó en algunas oportunidades al restaurante Turri. La que más recuerdo fue cuando me encontré con Alejandro Jodorowski y su familia comiendo alegremente. Fui al baño a lavarme las manos, como quien se prepara a saludar a un sumo sacerdote y avance con timidez hacia su mesa. Le estiré mi brazo y le dije que era un admirador de su obra. Jodorowski, con cara de malas pulgas, como quien es interrumpido en una relajante velada familiar, me devolvió el saludo.
Ahora llegué al Turri con mi novia, mi brother oftalmólogo y mi amigo fotógrafo a beber y probar si los nuevos rumores de renovación tenían un asidero correcto.
Cuando estábamos pidiendo las cositas "para picar" se me salió algo que fue catalogado por los comensales de medio ordinario. Le pregunté al joven mozo: "perdón pero en este jardín de mariscos que ofrecen, ¿los mariscos son de tarro? (aduciendo a las conservas de chorito y almejas). "Claro que no", me respondió y se retiró algo sonrojado. Es que la fama del uso de mariscos congelados o de tarro es algo muy reconocido en restaurantes porteños y necesitaba salir de las dudas.
Pedí de fondo un caldillo de congrio, pero no había. Un poco cansado decidí comerme unas chuletas magallánicas con salsa de menta y espinacas a la crema, ya que las otras opciones no me convencieron. Mi plato fue un siete, pero para mi novia, que se pidió una lasaña, la situación no fue igual. Los bordes de la masa estaban negros y duros.
En realidad la renovación gastronómica no era tanta, sin embargo nos pegamos una buena charla, en una salita para fumadores con chimenea incluida y con unas mentas frappé muy relajantes. Algo es algo.

ajenjoverde@hotmail.com

1 comentario:

Lisy dijo...

Hola
todos los viernes leo su columna, trato de no perdermela nunca. En una de ellas hizo mención al bar Exodo el cual frecuento pero tengo una duda..si al lado esta la discoteque pagano ¿Usted a ido alguna vez? porque me gustaria saber que opina de él. Esto se lo pregunto porque yo cada vez que puedo carreteo en ese local

Me encanta como escribe y describe sus aventuras bohemias

saludos
=)