5.04.2007

Cojo y sin celular


por ajenjo

El resultado del fin de semana largo que vivimos a propósito del Día del Trabajador se puede resumir en la siguientes cuatro palabras: cojo y sin celular.
Todo partió con la ocurrencia de mi novia de venir desde Santiago con su automóvil. Para mí, que no sé pasar un cambio y la palabra embriague la asocio con una borrachera, los vehículos me tienen sin cuidado y mi reino son los colectivos, taxis y micros de la zona.
Con su auto recogimos a mi brother médico y nos fuimos directo a comer unas empanadas a Cochoa. Ese restaurante, que tiene las mesitas afuera, siempre ha alojado a una fauna que bebe cerveza y mastica las camarón queso con mucho ímpetu. El "Cuchillo" Eyzaguirre, del programa "C.Q.C". era parte del ganado.
Ahí nos bebimos dos litros de cerveza, mientras mi novia profitaba garabatos al cielo, ya que estaba condenada al agua mineral o la coca light. El que maneja no puede beber. Esa es la máxima. Esa es la frase que a muchos aún nos mantiene con vida.
Después nos largamos a comer unas bandejas de machas a la parmesana al Albatros. Un velero con el nombre de Taote fue la mecha para incendiar la lengua de mi brother, quien comenzó a soñar con su pequeño barco surcando los mares con rumbo a la Isla de Pascua, mientras la patota, en cubierta, toma sol, come y bebe a destajo.
Un vinito blanco nos entregó la fuerza necesaria para ir a visitar a unos amigos que viven en los bosques de Concón. Dos hermanos, uno arquitecto y el otro sicólogo, están auto exiliados en una zona onda "secta de Pirque".
Fue ahí donde quedé cojo. Me puse a cortar leña con un hacha y pegaba fieros golpes a los troncos. Cuando estaba sediento agarraba mi vaso lleno de roncola y me lo empinaba al seco. Después de 20 ó 30 minutos estaba agotado.
Seguimos chupando el roncito hasta que mi novia, con su cara larga por la sobriedad, nos instó a volver a Valparaíso, no sin antes pasar por una pizzería y mandarse una respetable cantidad de orégano y queso.
Al otro día, al bajarme de la cama, mi pie izquierdo no podía apoyarse. Los hachazos estaban pasando su cuenta y mi cuerpo, ya en la entrada de su cuarta década, no resistió tanto ajetreo.
A eso se le sumó que mi celular se descompuso y ahora, en la incomunicación total, sólo me queda tomar aspirina forte y dicoflenaco sódico.

ajenjoverde@hotmail.com

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