1.15.2007

Adiós a la O


por Ajenjo

Creo que la mejor palabra que puede definirme en estos días es resurrección. La ola del carrete de diciembre, que actuó como un tsunami de placer, se ha retirado, dejando miles de cadáveres dentro de mi cuerpo y cerebro.
Estoy lentamente reencontrándome conmigo, mientras trato de recordar todo lo que me sucedió cuando me metí a la juguera y el mundo apretó el botón rojo.
Una de las visiones que tengo fue a la salida del mercado de la Plaza Echaurren, donde me comí un plato de machas a las 9 de la mañana del 1 de enero. Para llegar hasta mi casa decidí tomar la micro O, que me deja a dos cuadras.
Me acompañaba un lote de santiaguinos que tenían muy poco de santiaguinos (es que eran muy re simpáticos) y los subí al bus. Al momento de pagar me acordé que con esto del Trans Valparaíso, la micro O se transformaría en la 612. Fue ahí donde me vino la etapa de la borrachera conocida como “nostálgica llorona”. Me senté al lado del conductor y le pelé el medio cable.
“Tengo mucha pena don chofer, ya que esta micro ha significado mucho para mí (moco y lágrimas). La O era mi vida, era un símbolo de Valparaíso y ahora desaparecerá (más moco y lágrimas y elevando la voz) ¡Cómo es posible que cambien la letra O por un feo número! ¡Cómo!”.
El chofer me dijo con buenas palabras que trabajaba un primero de enero y que estaba cansado de escuchar tantas estupideces.
Me fui a sentar con mis amigos santiaguinos, que ya estaban un poco avergonzados de mi actitud.
Me da pena que la O cambie de nombre. En esa micro me pasaron muchas cosas. Les contaré una que es un poco triste, pero bueno, así es la vida no más.
Siempre tomábamos la O con mi hijo para visitar al santo asesino Emile Dubois en el Cementerio de Playa Ancha. El llevaba las velas y yo los fósforos. Subíamos hasta el sitio de la animita y le decía que pidiera algunos deseos, y a lo mejor Dubois se los cumplía.
Un día,también arriba de la O, mi hijo me dijo: “tu santo no me está cumpliendo los deseos”. ¿Por qué dices eso? “Porque le pedí que mi mamá y tu volvieran a vivir juntos y no pasa nada”.
Sujetándome las lágrimas con un yunque detras de los ojos le contesté: “hay cosas que ni los santos, ni los asesinos, pueden cumplir”.
Adiós micro O, adiós para siempre.

pancho667@hotmail.com

No hay comentarios.: