4.12.2012

¡Por favor! No se emborrache en estas fiestas navideñas



Por Ajenjo

Emborracharse en estas fiestas que se nos vienen nunca ha sido una buena carta de juego. Lo digo por experiencia, ya que casi siempre terminé metido en algún problema familiar o social debido a excesos que ya son cosa del pasado (adonde la viste).

Cuando estaba en la universidad nos juntábamos con los brother en la calle Valparaíso de Viña del Mar el 24 de diciembre. Partíamos en el Colmao, en 4 Norte, pasando el calor con cervezas. Después nos íbamos a ver mujeres al centro y pasábamos donde una viejita canosa en el Viena,
en la calle Álvares, detrás de un supermercado y seguíamos conversando al ritmo de la chela. Cuando ya eran las seis de la tarde terminábamos en el Andino y todos debían de enfrentar la cena familiar y muchos apenas podían pronunciar palabras.
Una vez terminé esperando a mi familia que saliera de una misa del gallo afuera del Santuario de Schoensttat, en Agua Santa. Cuando me subí al auto y hablé me dijeron que mejor me quedara callado ya que estaba pasado “a trago”. En algunas ocasiones nunca alcancé a comprar nada y la vergüenza me invadía cuando todos se repartían regalos. Craso error.
Recuerdo cuando niño algunas fiestas donde algún tío se curaba y pintaba el mono. Se sacaban trapitos al sol, de esos familiares cuáticos, y se producía toda una catarsis alcohólica que al otro día se olvidaba por completo.
Recomiendo en la Navidad beber lo mínimo. Unas copas de vino con el pavo o pollo relleno y de bajativo un ron o vodka para animarse un poco, pero nada más. A la mayoría se le calienta el hocico y después no hay como pararlos y uno no puede ser un mal ejemplo para los más pequeños. No hay que olvidar que la Navidad “es de los niños”, como dicen las abuelitas.
Recuerdo un amigo que llegaba a la casa porque era terrible de problemático y, por sus conflictos, quedaba sólo en estas fechas. Fue uno de los primeros que se cortó el pelo onda punk, con unos flecos súper raros en el mate. El asunto es que lo tenía que recibir y mi mamá buscaba algún chocolate para regalarle. Se tomaba todo lo que pillaba y mi papá terminaba econdiendo el whisky y aconsejándonos que mejor saliéramos.
Afuera, en las calles, no pasa nada. He salido en busca del carrete y todo está apagado, fome, como que el asunto se resuelve en las casas.
Estas fiestas siempre me han causado un poco de depresión. Creo que las diferencias sociales se agudizan en estas fechas y la gente es consumida por el consumo.
Igual hay que brindar, pero con mucha precaución.

ajenjoverde@hotmail.com

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