11.08.2007

Vergüenza brasileña


Historias cariocas I

Estoy recién bajándome del avión que me trajo desde Río de Janeiro a Santiago y mi celular suena para informarme que mi amiga La Ronca celebraría sus cuarenta años de edad con una nueva y explosiva fiesta en su departamento del cerro Alegre.
Al evento llegaron todos sus amigos, quienes nuevamente al ritmo de algunas botellas de champaña destapadas por el arquitecto, tuvimos que soportar la llegada de los carabineros, que alertados por los vecinos, pusieron freno a la energética celebración.
Yo me sentí un poco culpable, ya que con mi voz bien elevada relaté una de las vergüenzas más grandes que he tenido en el último tiempo y que me pasó en la ciudad de Paraty, ubicada a cinco horas y media de Río de Janeiro y patrimonio histórico de Brasil.
Con mis cuerdas vocales bajo el látigo del vodka Stolichnaya, relaté la siguiente historia: "ese día decidí salir en la noche sin calzoncillos, sólo con el pantalón puesto, a lo gringo como le llaman, ya que el calor me tenía bastante chato. Debido a mi prominente guata de sexy y barrigón ya no puedo abrocharme el botón del pantalón y me lo afirmo sólo con la correa. Junto a mi bella novia fuimos a comprarnos unos vasos de piña colada en la plaza del pueblo y encontramos a dos simpáticas españolas que nos metieron una sabrosa conversa. Las chicas venían viajando hace dos meses por Sudamérica y tenían muchas historias. Yo también colaboraba con alguna mentira y echaba tallas y tomaba mi piñita colada. De repente veo que mi novia se me acerca con la cara desesperada y me dice al oído con una voz de alarma e impacto: "¡súbete el cierre por favor!". Me miré antes de arreglar el entuerto y una de las mayores vergüenzas tomó por asalto mi rostro y cerebro y rápidamente abandoné la escena. Nunca supe si las niñas vieron algo, pero yo tenía un sentimiento de lamentosa sobreexposición".
Las fuertes risas y comentarios sobre la historia de la vergüenza brasileña seguramente terminaron de cansar a los vecinos de La Ronca, quienes para variar llamaron a los carabineros para que advirtieran sobre la posible multa de ruidos molestos.
Me retiré de la ruidosa fiesta, mientras recordaba mi viaje a Brasil, lleno de buenas experiencias, donde conocí nuevos amigos y pude estar con mi hermano chico, que trabaja tatuando a la gente con henna en una feria artesanal.
Además aprendí una de las lecciones más importantes de mi vida: "siempre, pero siempre, usar calzoncillo".
Se los digo en serio.




ajenjoverde@hotmail.com

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